Jamás pensé que llegaría el día en el que dejara la cama antes del amanecer sólo por el simple gusto de hacerlo. No porque tuviera que trabajar o viajar sino porque quise y ya. Hoy sábado, día de descanso, dejé la cama temprano para salir a la calle justo en medio de mi hora favorita del día, esa en la que la luz artificial y la natural parecen tener un duelo a muerte y ya sabemos quién gana. Fui al malecón, a correr, a ver al sol salir de su guarida nocturna, a respirar, a escuchar a Bowie mientras todo eso. Fui a prepararme. ¿Para qué? Para volver, para reivindicarme, para hacer algo que no hago bien pero me gusta, para disfrutarme nuevamente.
Empecé esta libreta hace casi 4 años (¡4 años!) y creo que llegué tarde a la era del blog, me hubiera gustado haberlo hecho antes porque hoy habría sido maravilloso leer a la yo veinteañera en sus intentos de tragarse al mundo. La cosa es que lo he tenido bastante abandonado, mal hecho, porque debí haber "documentado" al menos mi último año y la burbuja que me rodea. Pero perdón, estaba ocupada construyendo y amando mi nueva vida. Lo sé, debí haberlo documentado. Es sólo que no salían las palabrillas, la manera de decirlas y de acomodarlas bonito para que, si alguien llegaba por aquí, pudiera al menos probarlas. Saborearlas ya sería mucho pedir.
Entonces heme aquí, mirando a mi ventana de hojas verdes tratando de decir que el motivo principal por el que dejé la cama temprano es porque quiero escribir. Lo que sea, poquito, mucho, regular, malo. De lo que sea y como sea. Quiero darme tiempo para estar conmigo y dejarme ir, regresar y hacerlo otra vez. Dos, tres, cien veces, las necesarias para darle cuerda a este, mi mundito. Quiero venir y hablar o no de mí. De nosotros. De los demás. Quiero gritar un poco, bailar mucho y sonreír más. Quiero que sea mi "propósito" de año nuevo en el día 1 del mes 2. Quiero soñar un poquito más.
Me deseo suerte.