sábado, 1 de febrero de 2014

Suerte

Jamás pensé que llegaría el día en el que dejara la cama antes del amanecer sólo por el simple gusto de hacerlo. No porque tuviera que trabajar o viajar sino porque quise y ya. Hoy sábado, día de descanso, dejé la cama temprano para salir a la calle justo en medio de mi hora favorita del día, esa en la que la luz artificial y la natural parecen tener un duelo a muerte y ya sabemos quién gana. Fui al malecón, a correr, a ver al sol salir de su guarida nocturna, a respirar, a escuchar a Bowie mientras todo eso. Fui a prepararme. ¿Para qué? Para volver, para reivindicarme, para hacer algo que no hago bien pero me gusta, para disfrutarme nuevamente.

Empecé esta libreta hace casi 4 años (¡4 años!) y creo que llegué tarde a la era del blog, me hubiera gustado haberlo hecho antes porque hoy habría sido maravilloso leer a la yo veinteañera en sus intentos de tragarse al mundo. La cosa es que lo he tenido bastante abandonado, mal hecho, porque debí haber "documentado" al menos mi último año y la burbuja que me rodea. Pero perdón, estaba ocupada construyendo y amando mi nueva vida. Lo sé, debí haberlo documentado. Es sólo que no salían las palabrillas, la manera de decirlas y de acomodarlas bonito para que, si alguien llegaba por aquí, pudiera al menos probarlas. Saborearlas ya sería mucho pedir.

Entonces heme aquí, mirando a mi ventana de hojas verdes tratando de decir que el motivo principal por el que dejé la cama temprano es porque quiero escribir. Lo que sea, poquito, mucho, regular, malo. De lo que sea y como sea. Quiero darme tiempo para estar conmigo y dejarme ir, regresar y hacerlo otra vez. Dos, tres, cien veces, las necesarias para darle cuerda a este, mi mundito. Quiero venir y hablar o no de mí. De nosotros. De los demás. Quiero gritar un poco, bailar mucho y sonreír más. Quiero que sea mi "propósito" de año nuevo en el día 1 del mes 2. Quiero soñar un poquito más.

Me deseo suerte.



domingo, 26 de enero de 2014

Despertares

Desperté a las 7 y algo, me sentí fresca y sin sueño pero no me levanté, había dormido escasas 3 horas y era domingo, así que me obligué a dormir. Dos horas más tarde fue imposible seguir durmiendo, mi espalda de viejita me dijo que ya me levantara y me acordé que había que lavar para aprovechar el solazo que ya entraba por la ventana. Empezaba a lavar, a tomar mi ya acostumbrada agua tibia con limón en ayunas, cuando un Hola se asomó a la cocina, otro Hola saludó a una cara recién levantada. Le propuse a esa cara tender la ropa y después desayunar. Un sándwich de manzana con queso y té negro terminó de despertar al domingo destinado a quitar el árbol de Navidad y a hacer algunas compras. Nos preparamos y salimos de casa, el sol amaneció con ganas y se encargó de asustar a algunas nubes para acompañarnos todo el camino, no nos quejamos, no nos gusta hacerlo. Recorrimos uno a uno los pasillos del súper, comparamos precios, vimos que nos convenía comprar y qué no, tardamos horas en el pasillo de las especias y se nos antojaron todas las galletas. Nos dio hambre y decidimos que era hora de regresar a casa. En algún momento, entre una y otra cosa, reconocí mi vida, mi nueva vida. Me reconocí tan instalada en ella, tan suya, tan mía. Tan agradable, tan placentera. Como ese momento justo antes del amanecer. Como si aquí hubiera estado desde siempre, como no lo soñé. Como ahora eres, realidad.