lunes, 13 de diciembre de 2021

Recap

¿Acaso las mujeres de cuarenta se detienen? No, espera, ¿acaso se preguntan si acaso? No lo sé y nunca lo sabré. Y qué bueno. 

He cometido tantos tantos errores. He llorado tanto. He reído más. He sido la más amada y la más abandonada, la más fuerte y la más débil: la más culpable, la más yo. 

He caminado tanto, he descubierto más. Aquella mujer de treinta ya no es. O quizá sí: la esencia. El camino. He cambiado tanto. Dios, cómo he cambiado y cómo me enorgullece y cómo me entristece. Secretamente me regocijo en darme cuenta que soy otra, que cada día me convierto en otra. O quizá no: la esencia es el camino.

La pasión, la energía, el corazón. Ay, corazón cuánto has amado, cuánto has crecido. Dime, querido corazón, cómo lo has hecho. Cómo te has deshecho. Habla, corazón.

Por primera vez siento que me falta tanto por vivir... y ya tengo 40 años! Más de una vez he deseado, he pedido vivir muchos años para no dejar de sentir. Pero quién soy, cuán egoísta he sido. Cuán ególatra e individualista he sido. Pero es que siento que no he enmudecido lo suficiente, no me he erizado lo que debía. Ay, amor, cuánto no he sentido y cuánto he sentido.

Y hoy más que nunca quiero gritar. Y quiero llorar. Y quiero no pensar. 

Ya tengo cuarenta años y no tengo una vida normal. No he tenido mi boda de ensueño, ni he planeado construir una casa junto al amor de mi vida. Sólo viví. Sólo sentí. ¿Y si he vivido mal, si he sentido mal?

¿Y si todo hubiera sido diferente? ¿Y si no tuviera estas ganas inmensas de llorar?

¿Y si supiera cómo poner el signo de exclamación que abre?

He hecho tanto, me falta tanto. Y ya tengo 40 años.


jueves, 3 de junio de 2021

Manojo

Nervios. Dudas. Insomnio.

De eternas respuestas que nunca llegan.

De llegadas que no son precisas, de partidas que tampoco lo son.

Manojo. De flores frescas, secas e inconclusas. 

De realidades que llegan de golpe, de ilusiones disfrazadas de realidades, de disfraces para entendernos mejor. De cuerpos desnudos para ser. 





domingo, 8 de noviembre de 2020

Para Vilchis

Vas. Vienes. Llegas. Regresas. Estás. 

Y enmudeces a quienes te conocemos y a quienes no. Sorprendes. Asombras. Maravillas. Uno se pregunta si eres real, si eres una especie de superhéroe o una especie de ángel. Algo con alas, algo que no es de aquí, alguien con magia. Sí, nos llenas de polvos mágicos y no lo podemos creer. Nos dejas estupefactos, nos paralizas, nos llenas de preguntas, de misterio. De tranquilidad.

Porque vas por el mundo, por la vidita, caminando firme, seguro, con fuerza. Entonces imagino que tus días son una cantidad infinita del momento exacto, preciso, en que una canción estremece, la conjugación perfecta de las notas, el momento que te oprime el corazón, el minuto 2:19. El momento que te detiene, te cierra los ojos y sin darte cuenta te abandonas, le permites invadirte por completo. Le perteneces. Y te llena los pulmones, el pecho, las arterias. Te sofoca, te libera, te esfuma. Te absorbe... y súbitamente te regresa. Y ya eres otro, ya estás completo, diferente... y quieres más. Siempre más. Siempre eres ese momento.

Entonces lo entiendo todo. Porque daría mi reino para nunca dejar de sentir ese estremecimiento, porque repito la canción una y otra vez, porque es maravilloso sentir. Y te leo, te escucho, te veo... y cierro los ojos, los aprieto con fuerza mientras pido que todos tus sueños se hagan realidad, mientras deseo que solo te pasen cosas buenas, que descubras muchísima música, que tengas interminables caminatas y que veas muchos, demasiados, amaneceres.

Vas. Vienes. Llegas. Regresas. Estás. Gracias por estar.

https://www.youtube.com/watch?v=IonuSP1dTSU




domingo, 10 de mayo de 2020

De amigas

De pronto me descubro haciendo gestos de mi mamá. Estoy sentada, platico con él y, sin verme, sé que en mi rostro está la expresión de ella cuando escucha o cuando pone atención. Desde aquí, desde afuera, puedo sentir su mirada convirtiéndose en la mía, abriéndose paso entre mis ojos café claro, como los de ella.

Mamá siempre ha estado aquí y siempre ha sabido estar. Nadie le enseñó, nadie le dijo qué pasaría, cómo pasaría; dicen que eran otros tiempos. Tiempos en los que un día su corazón deseó ser madre, tiempo en el que llegué. Tiempos en el que ese alabado y bendecido instinto maternal la guió, en donde la intuición dio protección, donde el instinto de supervivencia dio conservación.

Los días pasaban y aprendíamos a estar juntas: me ayudaba con la tarea, escuchábamos la misma música, me ponía sus zapatos, me contaba... le contaba... siempre cerca, siempre ahí. Mamá nunca pretendió ser mi amiga, fue espontáneo, simultáneo, fue el resultado de una ecuación. No forzó nada, todo fue natural, normal, como si la palabra amiga viniera escondida dentro de la palabra madre. 

Ella nunca ha dejado de ser mi madre mientras es mi amiga, mientras es la mejor. Y es la mejor porque me conoce, porque siempre está aquí y siempre ha sabido estar. Mamá es mi mejor amiga porque confía en mí, porque me dio alas, porque con su ejemplo me enseñó a volar. Porque sus palabras entran en mi huesos y se quedan en mi alma. Es la mejor porque es mía, porque la proclamo mi madre, mi amiga, mi centro. Porque de ella vengo, porque a donde quiera que vaya, yo voy.

domingo, 28 de agosto de 2016

Cumpleaños


La luz del cuarto de mis padres estaba encendida, mamá doblaba ropa pequeña, me asomé y pregunté qué pasaba. Ya va a nacer, estoy dejando que tu papá duerma un poco y en cuanto amanezca nos vamos al hospital. Ustedes se van al partido, después van por mí, saldré por la noche. La obedecí como siempre he tratado de hacerlo, me sorprendió como conocía perfectamente su cuerpo y lo que pasaría.

Por la mañana fuimos a los campos de béisbol, mi primer hermano, fiel compañero de toda mi infancia, tenía otro emocionante juego; sin embargo en lo único que pensábamos todos era en ir corriendo al hospital y saber qué había sido, en cuanto pudimos papá y yo fuimos a quitarnos la enorme duda. Fue niño. ¿Qué? Niño. ¿Segura? Revise bien. Sí, señor, es un niño. Incrédulos nos fuimos y esperamos a que llegara el momento de regresar por el niño.

No sé qué hicimos en el transcurso del día, salvo que mamá dijo que usara mi blusa y botas grunge con la falda corta porque cuando vestía así lucía mayor, quizá me dejaran entrar a conocer al bebé. Truco que no funcionó, creo que era imposible ocultar la felicidad de la hermana mayor de trece años. 

Lo que recuerdo era mi ansiedad por ver esa carita, ella fue tan buena que al pedirle ser yo quien lo llevara en brazos a casa no dudo ni un segundo. Me tengo en la mente cargando una nueva vida envuelto en una cobijita blanca, caminando despacio, marcando mis pasos, como sabiendo que algún día y de alguna manera él, mi nuevo pedacito en el corazón, seguiría alguno de ellos. 

Fue un domingo, un 28 de agosto, uno de los mejores días que he vivido. Yo no sé qué habría sido de mí sin ese maravilloso regalo que Dios me dio.

Feliz cumpleaños, morrillo.