sábado, 27 de noviembre de 2010

Estaba


Me dejé caer sobre la cama, boca abajo y apretando las manos. No sé si era el frío, o era yo, que quería reducirme a mi mínima expresión. Sonaba "Good Vibrations", no lo elegí yo, el reproductor estaba random. Así, como mi vida.

Ahí, en medio de la rutina, todo mi mundo giró. En ese momento, en el que mi cuerpo estaba inmóvil, congelado, mi mente recorría caminos desconocidos y recordaba los ya bastante conocidos. De pronto, me perdí. No me vi, no me sentí. Desde adentro, empecé a buscarme. Me observaba, me vigilaba, me descifraba. Trataba, sin resultados, deshacerme en pequeños pedazos para ver si así, me encontraba. Nada.

Se me ocurrió buscar en el pasado, quizá así lograría mover algún recuerdo que me hiciera regresar. Quizá, ahí, entre tantos caminos equivocados y sin retorno, podría existir algo que me hiciera sentir de nuevo. Sin suerte, me aventuré hacia uno de los caminos desconocidos, quizá algo habría en ellos que me diera esperanza. Quizá, en lo aún no recorrido, encontraba razones para querer recorrerlos. Nada. No me encontraba.

Entonces comprendí: No quería encontrarme. En ese momento, yo, simplemente estaba. Y, a veces, estar ya es bastante.


jueves, 25 de noviembre de 2010

Llovía

Se detuvo a mi lado, también miraba la lluvia. Lo vi cuando levanté la vista y me di cuenta que llovía. Ya lo esperaba, las gotitas empezaban a caer en el pedazo de hoja que encontré para escribir, por eso me senté en la orilla de esa ventana. Seguía estando afuera, seguía sintiendo el viento en mi cara, seguía escribiendo y, si llovía, podría ver la lluvia, así, como en ese momento, cuando él apareció.

Respiré hondo. Disfruté el olor que me regalaba la lluvia sobre la tierra. Sentí el aire frío en mis mejillas, y podía imaginar, ya, la punta de mi nariz roja. Era el momento perfecto para detenerlo, para que él apareciera.

Levanté la vista, llovía. Él ya estaba a mi lado, contemplaba la lluvia, disfrutaba. Dio la vuelta, como si fuera a marcharse. Lo vi de reojo, regresé a mi hoja. Escuché sus zapatos rechinar cuando daba la vuelta para regresar y detenerse otra vez a mi lado.

Levanté mi cara, me quedé viendo la lluvia, esperándolo. Tímidamente estiró su mano, dejó que las gotitas de lluvia lo acariciaran. Guardó la mano en uno de sus bolsillos, y se acercó.

-¿Escribes?
-Trato.
-¿Me voy?
-No.
-Me gusta.
-¿Que escriba?
-No, la lluvia. Bueno, también.
-A mí también.
-¿Escribir?
-No, la lluvia.
-¿Qué escribes?
-Mi vida.
-¿Te ayudo?

viernes, 19 de noviembre de 2010

De esas noches

De esas noches en las que con la mirada me abrazas.
De esas noches en las que divertido me buscas y sonrojada me encuentras.
De esas noches en las que me subes al cielo entre tu voz.
De esas noches en las que te conviertes en esperanza.
De esas noches en las que vuelo a tus brazos.
De esas noches que no deberían acabarse.
De esas noches que sólo eres palabras.
De esas noches que tus ojos.
De esas noches que tus labios.
De esas noches que tu corazón.
De esas noches que nosotros.
De esas noches que tú.
De esas noches que yo, sin ti.

jueves, 18 de noviembre de 2010

¿Vienes?

Desde lejos la saludó. Ella ya lo había visto. La sonrisa en su rostro y el salto en su pecho le avisaron casi al mismo tiempo que sus ojos. Emocionada, agradecía el haber llegado temprano esta vez y verlo, hablar, aunque sólo fuera algunos minutos.

Sonriente, nerviosa, palpitante, siguió caminando. Él la miraba, la esperaba, le sonreía mientras abría los brazos. Sus pasos se apresuraban casi al ritmo de sus latidos. Llevaba esa sonrisa amplia, franca, amorosa, esa sonrisa que sólo era para él.

Por fin llegó. Lo abrazó, le besó la mejilla, entregándole en ese beso un poquito del amor que por sus poros escapaba. Él también la abrazó, la besó, le sonrió y le dijo:

-Mañana es cumpleaños de mi novia, ¿vienes?

viernes, 12 de noviembre de 2010

Yo niña

Tú siempre de cabello corto, me dijo. Y sí, yo siempre de cabello corto. Y yo siempre con mi mala memoria.

Hace unos días, un amigo de la primaria me contactó, el medio no importa, ya todos somos tecnología. En fin, me encontró, nos dio gusto a ambos, empezamos a platicar y... tómala: Que no recuerdo nada, o bueno, casi nada. O bueno, un poquito. El caso es que el hombre tiene tantos recuerdos de aquellos años, y yo no. Casi no recuerdo mi niñez. Sí, una verdadera pena.

Resulta que fui una niña muy seria, casi no hablaba, ni siquiera me movía del mesabanco. Tanto así, que recuerdo claramente una vez que lo hice: Me levanté, me asomé a la ventana y rápidamente me regresé a mi lugar, ante el asombro de mis compañeros. Fui una niña muy obediente, nunca me quitaba el súeter, así tuviera calor. Cumplía siempre con todas mis tareas. Sí, era una niña muy aburrida.

No sé que hacía cuando era niña. Recuerdo que jugaba a la maestra: Hacía examenes, los contestaba y los calificaba, sola. Me gustaba sentarme en la mesa rodeado de libros, cuadernos, me sentía importante al verme llena de responsabilidades y tareas pendientes. También jugaba con barbies, paseaba en bicicleta, y siempre leía. Lo que hubiera. Cuando mi madre podía, me compraba cuentos y cuando llegaba el libro de lecturas, lo devoraba. Recuerdo el fragmento del cuento "Es que somos muy pobres", o el poema "Amo el canto del cenzontle" o la canción de "El piojo y la pulga". El año escolar apenas comenzaba y ya yo había terminado el libro.

Fui una niña muy tímida e insegura, aún llevo mucho de esa niña en mí. Mi psicóloga interior me ha llevado a preguntarme muchas veces que es lo que me llevó a ser de esa manera, pero no le encuentro explicación lógica, crecí en el seno de una familia unida y rodeada de amor. No hay explicación, es simple, una ya nace así: Insegura, tímida. Con el corazón triste, pues.

Y ya. Es que no recuerda nada, o bueno, casi nada. O bueno, un poquito.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Palabras

Entonces, pienso.
En las palabras.
Las mías,
las que son tuyas.

Cuántas palabras te he regalado,
cuántos besos disfrazados de palabras.
Cuántas palabras heridas has dejado,
cuántas palabras he desperdiciado.

Pero las palabras no se desperdician.
Están ahí, esperando.
Ser lágrimas, ser besos.
Dejar de ser ausencia,
esperando ser amor.

Tocarte

Me acerco,
me aventuro a tocarte.
Busco tu espalda,
me detengo: De pronto te has movido.

Inclinado, escribes.
Me escribe, pienso.
Retrocedo y escribo.
Te escribo.
Te convierto en letra, te aprisiono entre ellas.
Al fin puedo tocarte.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El examen

No estudié. No tenía ganas, así de sencillo. Hacía calor, mucho. Es noviembre, otoño, y acá, condición Santana. Llegué al salón, me senté, fingí buscar mis hojas para estudiar, pero no pude. La plática se centraba en la promesa de uno de mis amigos de prepararnos lasaña. Claro, preferí opinar del tema y dejé a un lado las dichosas hojas.

De pronto, la puerta se abrió. Entro él. Saludó y se sentó en el lugar vacío que estaba casi a mi lado. Error. Jamás debió hacer eso. Entró el maestro, repartió exámenes, y valí.

Empecé a contestar el examen, quiero decir, intenté contestar el examen. Nada, no recordaba nada. Peor, lo único que tenía en mi cabeza, o en mis ojos, era él. Sólo podía pensar en sus manos, y... ¿cómo se le ocurrió ponerse ese pantalón? Barbaridad. Y el reloj, maldito reloj. Le estorbaba, se lo quitó. Como si al quitárselo se liberara, y yo, con suspiros, lo atrapara.

Mi mente no descansaba, daba vueltas, todas alrededor de él. Me paseaba entre sus manos, su cabeza, sus piernas, su espalda. No lograba detenerse, por el contrario, se elevaba, cada vez volaba más. Los números en esa hoja blanca se convertían en letras, todas para él. ¿Pero quién era él? Nadie. Sólo un hombre a quién le escribía con el cuerpo. Sólo un hombre que me distrae mientras intento contestar un examen. A buena hora se le ocurrió llegar, a bueno hora se me ocurrió no estudiar.

Terminé el examen, o bueno, el intento de respuestas del examen. Al tiempo que lo entregaba llegaba a las conclusiones del día: 1. Que ya tenía una nueva entrada en mi blog y 2. Claro, que voy a reprobar.

¿Cómo? ¿Esperaban conclusión acerca de él? No, él aún no es conclusión.