A veces me gusta imaginar qué es lo que hacías en alguna fecha en particular. Por ejemplo, a veces recuerdo el invierno aquél que fuera escenario de mi primer beso. ¿Que si hacía frío? No lo sé. Yo estaba joven y enamorada, y bien sabes que en tal estado es imposible sentir frío. Calor, mis mejillas ruborizadas, eso sentía.
Y entonces, ¿qué hacías en ese invierno? Quizás también sentías calor, sí, la edad favorita del amor es la adolescencia. Tuvimos que estar enamorados al mismo tiempo en algún momento. Quizás alguna vez besamos a la misma hora. O hicimos berrinche. O nos enojamos con nuestro mejor amigo. Lo que estoy segura sí hicimos al mismo tiempo —y aún hacemos— es soñar. Amamos soñar despiertos. Y nos sale tan bien. Mira, podríamos fabricar sueños, ser sueñólogos.
Como la vez que iba con madre en el carro. Después de nosécuánto tiempo reaccioné y decidí no volver a soñar despierta cuando fuera copiloto de la señora bonita. Debo aprovechar estos momentos para hablar con ella, me dije. A la fecha, el mejor momento para hablar con madre es cuando vamos en el carro. También reímos mucho.
Reímos como cuando jugaba con mi hermano y caímos dentro de una jardinera. Yo llevaba mi vestido favorito: un jumper color guinda de pana. ¿Recuerdas la pana? Siempre me gustó. Quizá también usamos pana al mismo tiempo, o una chamarra del mismo color. No sé. Me da risa recordar cosas como la tela, me siento vieja. Sí, vieja. ¿Leíste mi sonrisa? Es de satisfacción, sabes. No puedo renegar ni enojarme con mi edad después de que justo a esta edad te reencontré. No, por el contrario, la celebro. Me celebro. Nos celebro.
Celebro como niña. Como cada víspera de Navidad en la que encontraba los regalos escondidos debajo de la cama o en el clóset. Mira, tal vez un día nos encontramos al agacharnos para buscar algún regalo. Así descubrí lo de Santa Claus. Ah, pero ayudé a mis padres, sin que ellos supieran, a guardar el secreto a mi hermano. Una vez alguien un poco desconsiderado le dijo a mi hermano: el año pasado aquí teníamos escondida tu patineta. Me puse roja del coraje. No dije nada, cambié el tema para que mi hermanito no supiera. Creo que ese día también llevaba el jumper guinda, o no sé, quizá me gustaba tanto que los pocos recuerdos que tengo de mi niñez siempre visten un jumper guinda.
Recordé tu chamarra guinda. Qué cosas, sigo hablando de telas. Y sonrío y no me siento vieja, me siento de quince. Amo como de quince, vivo como de treinta y vuelo como de ti. Vuelo. ¿Qué hacías en aquel verano de mi primera vez subiéndome a un avión? Yo abandonaba todo. Bueno, casi todo. Abandonaba una ciudad junto con mis padres. Abandonábamos un sueño cumplido por otro por cumplir. Siempre los sueños. Como hoy.
Hoy sueño, hoy sé que sueñas. Hoy hacemos algo al mismo tiempo: hoy volamos.
Y entonces, ¿qué hacías en ese invierno? Quizás también sentías calor, sí, la edad favorita del amor es la adolescencia. Tuvimos que estar enamorados al mismo tiempo en algún momento. Quizás alguna vez besamos a la misma hora. O hicimos berrinche. O nos enojamos con nuestro mejor amigo. Lo que estoy segura sí hicimos al mismo tiempo —y aún hacemos— es soñar. Amamos soñar despiertos. Y nos sale tan bien. Mira, podríamos fabricar sueños, ser sueñólogos.
Como la vez que iba con madre en el carro. Después de nosécuánto tiempo reaccioné y decidí no volver a soñar despierta cuando fuera copiloto de la señora bonita. Debo aprovechar estos momentos para hablar con ella, me dije. A la fecha, el mejor momento para hablar con madre es cuando vamos en el carro. También reímos mucho.
Reímos como cuando jugaba con mi hermano y caímos dentro de una jardinera. Yo llevaba mi vestido favorito: un jumper color guinda de pana. ¿Recuerdas la pana? Siempre me gustó. Quizá también usamos pana al mismo tiempo, o una chamarra del mismo color. No sé. Me da risa recordar cosas como la tela, me siento vieja. Sí, vieja. ¿Leíste mi sonrisa? Es de satisfacción, sabes. No puedo renegar ni enojarme con mi edad después de que justo a esta edad te reencontré. No, por el contrario, la celebro. Me celebro. Nos celebro.
Celebro como niña. Como cada víspera de Navidad en la que encontraba los regalos escondidos debajo de la cama o en el clóset. Mira, tal vez un día nos encontramos al agacharnos para buscar algún regalo. Así descubrí lo de Santa Claus. Ah, pero ayudé a mis padres, sin que ellos supieran, a guardar el secreto a mi hermano. Una vez alguien un poco desconsiderado le dijo a mi hermano: el año pasado aquí teníamos escondida tu patineta. Me puse roja del coraje. No dije nada, cambié el tema para que mi hermanito no supiera. Creo que ese día también llevaba el jumper guinda, o no sé, quizá me gustaba tanto que los pocos recuerdos que tengo de mi niñez siempre visten un jumper guinda.
Recordé tu chamarra guinda. Qué cosas, sigo hablando de telas. Y sonrío y no me siento vieja, me siento de quince. Amo como de quince, vivo como de treinta y vuelo como de ti. Vuelo. ¿Qué hacías en aquel verano de mi primera vez subiéndome a un avión? Yo abandonaba todo. Bueno, casi todo. Abandonaba una ciudad junto con mis padres. Abandonábamos un sueño cumplido por otro por cumplir. Siempre los sueños. Como hoy.
Hoy sueño, hoy sé que sueñas. Hoy hacemos algo al mismo tiempo: hoy volamos.
¡¡Te tardaste mucho!! Sufri un poco la verdad, pense que abandonarias el blog asi que me dio mucho gusto ver tus ultimas publicaciones :). Pero bueno, pienso que es mas bonito escribir cuando quieres que cuando debes.
ResponderEliminarAy, qué gusto leer tu comentario, qué bonito. Muchísimas gracias. :D Un abrazo.
ResponderEliminarMe encanto...
ResponderEliminarBellísimo, gracias por algo tan bello.
ResponderEliminarGracias a ustedes por leer. :D
ResponderEliminarsoy una soñadora compulsiva... disfruto vivir ese momento de ilusion!
ResponderEliminarsaluditos :d