lunes, 6 de febrero de 2012

Origami

Cuentan que en la ventana de un hotel muy lujoso y antiguo vivía un tulipán. Nadie sabe cómo llegó ahí exactamente. No hay manera de explicar cómo, de la nada, pudo nacer un tulipán en el alféizar de la ventana.

Cierta vez una mucama dijo haber visto una pequeña mancha verde. Pasó el plumero encima de ella, no pasó nada. Al parecer polvo verde no es, pensó la mucama. Tomó un paño y suavemente frotó por encima de la mancha. Nada. Talló un poco más pero la manchita no desapareció. Salió apresurada a buscar algún líquido que pudiera borrarla, al dejar la habitación se topó en el pasillo con una novia que celebraría su boda en cinco minutos y el cierre de su vestido se había atorado. La mucama fue a ayudar a la novia en apuros y, claro, se olvidó del tulipán.

Otra vez, un limpiavidrios contó que en una de las ventanas había algo como una flor. Hasta tenía tallo y todo. Dijo que se acordaba porque esa era su ventana favorita. Nunca está sucia, nunca. Decía que era lo más extraño que le había pasado en su oficio y que, de no ser porque cada día era testigo de ello, no lo creería. Es algo imposible, la ventana nunca se ensucia y además siempre brilla. Cada día se asombraba y cada día lo olvidaba.

Quien vio la flor naciente fue un huésped. Su asombro fue enorme cuando, al recorrer la cortina que caía sobre el alféizar, percibió un destello de luz. Se acomodó los lentes y se acercó. ¿Pero qué es esto?, alcanzó a decir antes de enmudecer por completo y perder más de una hora observando tan bello acontecimiento. Debe ser un milagro, pensó. Se percató del paso del tiempo y, con apuro, tomó su maletín, salió de la habitación para cerrar un importante negocio, y lo olvidó.

Dicen que una noche de invierno una pareja llegó a ocupar la habitación. La chica, en cuanto descubrió el alféizar, tomó su libro y se sentó. Él la siguió y se sentó a su lado. Nunca se explicó cómo alcanzó a ver el tulipán estando tan perdido en esos ojos. Mirando con fascinación su gran descubrimiento y sosteniéndolo en la mano, le dijo:

—¿Crees en los sueños de papel?

Ella, con el tulipán muy cerca de su boca y asintiendo, sopló.












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