sábado, 18 de diciembre de 2010

A ella

Cada día y a la misma hora, llegaba. Abría tímidamente la puerta para encontrarse con su silueta. Ahí estaba ella: Sentada, entre papeles y números, con la mirada fija en la pantalla.

Él solía visitar a un amigo, aunque últimamente las visitas eran más frecuentes y el motivo principal no era el dichoso amigo. Diariamente desviaba su camino algunas cuadras sólo para estar cinco o diez minutos ante su presencia. Estar a su lado, sin hablar, sintiéndola tan cerca, tan de él. Eran minutos en los que un "buenos días" y un "hasta luego" se convertían en un "te amo" secreto, un "te amo" en silencio.

Aquel día fue a despedir al amigo que se disponía a tomar unos días de vacaciones. Parado en la puerta, a punto de marcharse, pidió a su amigo le trajera algo.

-¿Algo? ¿Cómo qué?, preguntó el amigo.

Y él, con la mirada perdida en ella, susurrando respondió:

-A ella.

Y ella, sentada, entre papeles y números, con la mirada fija en la pantalla, sonrió.

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