Cubrió la noche, y el frío, con fotografías. Fotografías que fueron el mejor presente que pudo haber soñado. Fotografías con personajes que hoy parecen tan lejanos, tan extraños, tan ausentes.
Tirados, sobre la mesa, yacen esos rostros irreales. Irreales porque el amor que vivieron sólo cabe en lo fantástico. Su amor era de otro mundo: el de ellos. Ese intenso amor que se construyeron en medio de la castrante rutina. Ese consuelo que encontraron dentro del otro cuando sus corazones estaban rotos, deshechos, buscando ansiosamente algo o alguien que les dijera que valía la pena existir y despertar cada día. Nunca fueron almas gemelas, fueron una sola.
Pero esta noche, en esas fotografías, ya no se ve el amor. Esta noche se ve borrosa. Esta noche el dolor es incesante. Tanto, que hiela, que petrifica el alma. Esta noche ya no siente.
Esta noche no hay nada más que decir. Esta noche sólo está viendo fotografías.
Tirados, sobre la mesa, yacen esos rostros irreales. Irreales porque el amor que vivieron sólo cabe en lo fantástico. Su amor era de otro mundo: el de ellos. Ese intenso amor que se construyeron en medio de la castrante rutina. Ese consuelo que encontraron dentro del otro cuando sus corazones estaban rotos, deshechos, buscando ansiosamente algo o alguien que les dijera que valía la pena existir y despertar cada día. Nunca fueron almas gemelas, fueron una sola.
Pero esta noche, en esas fotografías, ya no se ve el amor. Esta noche se ve borrosa. Esta noche el dolor es incesante. Tanto, que hiela, que petrifica el alma. Esta noche ya no siente.
Esta noche no hay nada más que decir. Esta noche sólo está viendo fotografías.
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