Habría que nunca encontrarte. Nunca mirarte. Y nunca conocerte.
Habría que nunca hablarte. Y nunca, nunca confiar en ti. Quizá quererte. Pero no creerte. Mucho menos creerme dueña de ti. Sentir que sólo estoy de visita en tu cuerpo, que ahí no permanezco. Que soy una intrusa queriendo descubrir pasadizos secretos en ti.
Habría que descubrirte cada noche. Ir despacio, entre espacios. Tener miedo de tocarte, tener miedo de erizarme. Nunca sentir que conozco a la perfección tus dobleces, tus gestos. Desconocer que esa sonrisa chueca es de placer o que esos ojos volteados es por desesperación.
Habría que sentirte siempre ajeno. Ir con tacto en cada contacto con tu piel. Nunca sentirme en casa, sentir que a ti no pertenezco. Dibujarte cada noche y borrarte cada mañana. Dejarte sin huellas, como una mano sin líneas. Un camino extraño que cada vez causa temor. Y emoción. Desconcierto y alivio.
Habría que olvidar que te amo. Borrar tu cuerpo del mío. Tus palabras de mi oído, tus latidos de los míos. Olvidar. No recordar, incluso, tu nombre. Sorprenderme cada vez que te vea. Aún más, no reconocerte. Sonreírte como a un extraño en medio de la calle. Titubear. Dudar. Fingir. Ser mejor.
Habría que nunca romperte el corazón. Habría que nunca sentirte mío.
Me gusta mucho tu forma de escribir.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu forma de escribir.
ResponderEliminarAy. Muchas gracias por leer.
ResponderEliminarHabría que ser un tonto: para no degustar de tus letras...
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