Iba a contarte de mi vida sin ti pero entonces me encontré sin mí.
Decidida a encontrarme abrí la ventana para buscarme en el viento. En el viento que hoy no sopló. Me asomé y me vi en una piedra, en el pasto, en la banqueta, en una hoja, en la calle sin mí. Me vi entre las nubes, en el cielo gris, en la puesta del sol. En todo estaba yo sin mí.
Salí y empecé a buscarme: levanté la piedra, sacudí el pasto, me senté en la banqueta, recogí una hoja, caminé. Me busqué en la forma de una nube, en una posible gota, en un último rayo. Ningún rastro de mí.
Subí a la copa de un árbol, deshojé margaritas, olí flores amarillas y rojas y blancas. Nada, todos los colores se fueron de mí. Hablé con el mar, esperé su respuesta y sólo me devolvió su enormidad como dulce canción. Canción en la que no estaba yo.
Exhausta y afligida seguí mi camino, sin rumbo alguno. Caminé sola, como tantas veces, como siempre. Entré a un café, escuché algo que me hizo mover la cabeza y tararear. Mientras entraba, movía la cabeza y tarareaba, sucedió lo imposible, lo esperado, lo ansiado: me encontré.
Sí, ahí estaba yo, plena, radiante. Envuelta en unos ojos negros, profundos, protegidos por unas pestañas largas para que no intentara escapar. Y no escapé, ¿cómo querría escapar del lugar al que siempre pertenecí?
Cómo escapar si al fin me había encontrado en ti.
Decidida a encontrarme abrí la ventana para buscarme en el viento. En el viento que hoy no sopló. Me asomé y me vi en una piedra, en el pasto, en la banqueta, en una hoja, en la calle sin mí. Me vi entre las nubes, en el cielo gris, en la puesta del sol. En todo estaba yo sin mí.
Salí y empecé a buscarme: levanté la piedra, sacudí el pasto, me senté en la banqueta, recogí una hoja, caminé. Me busqué en la forma de una nube, en una posible gota, en un último rayo. Ningún rastro de mí.
Subí a la copa de un árbol, deshojé margaritas, olí flores amarillas y rojas y blancas. Nada, todos los colores se fueron de mí. Hablé con el mar, esperé su respuesta y sólo me devolvió su enormidad como dulce canción. Canción en la que no estaba yo.
Exhausta y afligida seguí mi camino, sin rumbo alguno. Caminé sola, como tantas veces, como siempre. Entré a un café, escuché algo que me hizo mover la cabeza y tararear. Mientras entraba, movía la cabeza y tarareaba, sucedió lo imposible, lo esperado, lo ansiado: me encontré.
Sí, ahí estaba yo, plena, radiante. Envuelta en unos ojos negros, profundos, protegidos por unas pestañas largas para que no intentara escapar. Y no escapé, ¿cómo querría escapar del lugar al que siempre pertenecí?
Cómo escapar si al fin me había encontrado en ti.
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besoss
Catherine
Me encantó esta descripción del sentimiento, porque sentirse así es típico pero poder expresarlo de una manera tan clara es difícil.
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