Que te toque —me dices— que te toque.
Que me acerque, que camine en tu espalda.
Que acaricie los cabellos que nacen en tu nuca, que suba despacio.
Que el coral de mis uñas se pierda en el negro de tus cabellos.
Que te toque.
Que mis manos te reconozcan, que mis manos te inventen.
Que mis ojos te deshagan, que te incomoden.
Que mis labios te endulcen. Que mi lengua te enrede.
Que te queme.
Que me asome en tu cuerpo, que te encuentre.
Que viva en tu cuello, que descanse en tu pecho.
Que me destierre en tus brazos.
Que te consuma.
Pero algo pasa que no respondo,
que no te escucho.
Quizá es sólo que aún no sabes
que es a mí a quien hablas.
¿Alguien a subido la calefacción?
ResponderEliminar