Hoy es de esos días en los que no he dicho más de veinte palabras y ya llegué a una conclusión: La diferencia entre mis compañeros de trabajo y yo, estriba en que yo no corro.
No, yo no corro. Cuando llego a la oficina, camino lenta y cadenciosamente desde el lugar en donde estaciono mi carro hasta la puerta de la oficina. Y no es a propósito. Es sólo que debo aprovechar esos cinco minutos de nubes grises y de aire fresco, antes de sólo ver el cielo desde la ventana y sentir el aire (helado) del aire acondicionado. Cinco minutos para mí, en silencio, sólo interrumpidos por uno o dos 'buenos días'. Camino, con jugo verde en mano, acariciada por el aire, con los pensamientos lejos de mí y con una sonrisa traviesa dibujada en la cara.
Y es que, ¿para qué corro? De cualquier manera, ya llegué tarde.
¡Oh!
ResponderEliminarEs interesante verte fuera de la camisa de 140 caracteres.
Si no es molestia seguiré paseando por este espacio, el cual encuentro agradable.
Saludos.
Imagino verte caminando a tu oficina. A tu ritmo. No me importa juzgarlo. Sé que es tu paso porque lo dices. Veo cómo otras personas se aproximan y te rebasan. No saben. No conocen el placer que te da esos minutos saboreados a cada latido tuyo, a cada paso. No. No saben.
ResponderEliminar