Hay días en los que una no debería atreverse a escribir. Hoy es uno de ellos.
Desperté tarde, aunque eso no es novedad. Quizá lo nuevo era el cansancio. El hartazgo que tan temprano me llenaba y no me permitía levantarme. A regañadientes lo hice a un lado, aunque no estoy muy segura de quién regañaba a quién. En fin, levantarme de esa cama fue un verdadero milagro. Sí, los milagros existen. Y aquí estoy.
Aunque no entiendo por qué. ¿Estoy? ¿En verdad estoy? Porque no sé si un saco de huesos y carne aventado en un sillón pueda estar o, mejor dicho, ser. ¿Soy? No me queda claro que estoy siendo. Ni qué estoy haciendo. Es más, viene a mi mente aquella tarde de café con dos de mis más queridas y entrañables amigas (a quiénes conozco desde la adolescencia), en la que en algún momento y por razones que desconozco terminé preguntando para qué era buena, cuál era mi talento, y ninguna de las tres supimos qué contestar. Sigo igual. No sé para que soy buena. No sé si soy, no sé si algun día seré.
Están los números. Pero, ¿por qué los números? ¿Me gustan los números? ¿Y si me equivoqué? Sí, me equivoqué. Pero para lo otro tampoco sirvo. ¿Qué es lo otro? ¡Ojalá supiera qué es lo otro! Estoy harta... ese trabajo. Necesito algo diferente, nuevo, emocionante. ¿Y si dejo todo? ¿Y si abandono todo? Voy a dejar todo, abandonar todo, absolutamente todo. Qué me importa la vida. Voy a entregarme, voy a vivir... ¿Y si mejor me duermo? Es que... mis ojos, muero de sueño.
No, lo que yo necesito es un chocolate. Quiero un chocolate. ¡Exijo un chocolate! ¿La dieta? ¿Cuál dieta? ¿Me importa la dieta? Chocolate, chocolate. ¿Qué es eso? ¡¿Una espinilla?! Genial, ya tengo pretexto físico para culpar a la adolescencia tardía de mi indecisión y mi falta de cordura. ¡Chocolateee! No, mejor el chocolate no. La dieta. No puedo comer chocolate. Ni nada. No puedo comer nada... los cachetes. Sí, se notan... más. Pero... ¡necesito un chocolate! Sí, qué rico chocolate.
Adiós chocolate. ¿Y ahora? ¿Si no soy? ¿Y si nadie me es? ¿Y si no me caso? ¿Quiero casarme? No, yo no quiero casarme. ¿O sí? ¿Para qué? Nunca nadie me va a querer, nunca nadie me va a entender. Estoy sola. SO-LA. Esto no tiene sentido alguno. No entiendo porqué desperté.
¡¿Y ahora qué?! ¿Qué es eso? Suficiente dolor tengo en el pecho como para sentirlo también en el vientre. Duele. Eso parece un cólico. ¿Es un cólico? ¿Por qué tengo cólicos? Maldita sea, ¿qué día es hoy?
Claro, hoy. Hoy es ese día, de esa semana, de cada mes. Pff, y yo que por poco abandono todo.
Como ya escribí, y te lo escribí directamente, me agrada lo irremediable de lo que escribes. Quizás es el gusto por el drama. No hay cosa suficientemente superficial que no sea digna de convertirse en un drama Shakespereano. ¡Si lo sabré!
ResponderEliminarNo es que sea un asunto superficial ciertos días de las mujeres. No. En lo absoluto. Recuerdo que alguna amiga algún fin de semana estaba… irascible. A una media hermana mía esos días la tiraban en cama. Completamente negada para el mundo. Así que se me hizo fácil suponer que le sucedía lo mismo. Mala tentativa de aproximación. Con el tono que acompaña a “Tooodos los hombres…” y la consabida generalización, a todas luces falsa pero el micrófono de su Reinato no lo tenía en mi poder, salí raspado.
Hay algo en tus letras que me agrada. Es la ortografía de algo bien escrito sin pretensiones mayores. No sé cuánto tiempo le dedicas a escribir y la intensión pero me complace tu blog.
Por supuesto es un excelente blog, es mi amiga.
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